Cuando el ser humano escogió por motivos de supervivencia e interés grupal asentarse en comunidades organizadas surgió la necesidad de establecer un conjunto de reglas que facilitasen la convivencia. La vida en sociedad conlleva una serie de desplazamientos, tanto de personas como de mercancías, que requieren de un planteamiento arquitectónico específico que equilibre el movimiento constante.
Surge entonces el concepto de movilidad urbana o, lo que es lo mismo, el tránsito que ocasionamos los seres humanos en nuestras actividades diarias en las ciudades. Para que este flujo de interacciones resulte eficaz y sostenible nos dotamos de instrumentos en el espacio urbano que regulan la convivencia entre los individuos y los vehículos motorizados, que han evolucionado desde los coches tirados por caballos hasta el paisaje actual, en el que coexisten los automóviles propulsados por motor con otras opciones como las bicicletas, los patinetes o simplemente los peatones que se desplazan a pie hacia sus lugares de destino. La movilidad urbana sostenible, que aboga por la accesibilidad en los núcleos poblados, vive una auténtica revolución cultural.
Hacia un nuevo rumbo
Las administraciones públicas deben cuestionarse cuál es el rumbo que deben seguir las ciudades para adaptarse a la revolución tecnológica y digital, mientras protegen el medio ambiente y la calidad de vida. Para ello, los planes de movilidad introducen, aunque lentamente, nuevos vehículos menos contaminantes (eléctricos, híbridos o autónomos) y establecen plataformas de gestión integral del tráfico que potencian modelos alternativos, o aplicaciones que gestionan los aparcamientos y reducen los tiempos de estacionamiento al evitar desplazamientos a los parquímetros.
Sin olvidar la apuesta decidida de un gran número de municipios por el fomento del uso de la bicicleta, un medio de transporte alternativo que combina ocio y deporte, y que ya utilizan de manera regular casi 20 millones de personas en España. En los últimos años, según el Barómetro de la Bicicleta, ha crecido notablemente el número de individuos que se desplazan a diario en bici y las que la utilizan para ir al trabajo o a los centros de estudio.
Las previsiones apuntan a que en 2030 alrededor del 70% de la población europea vivirá en ciudades, por lo que estos entornos deben convertirse en un vector que encauce las distintas actividades diarias. Con tasas todavía muy elevadas de desplazamientos en vehículos privados, las pautas deben apuntar a una mayor utilización del transporte público y al uso seguro y confortable de la movilidad a pie o en bicicleta. Es decir, la tendencia actual persigue la recuperación de la vía pública para el uso ciudadano, algo que requiere mejoras en la seguridad, la supresión de barreras físicas y la reducción de la accidentalidad, con especial énfasis en las personas vulnerables.
En España, con la llegada de los nuevos planes anticontaminación y la instauración progresiva de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), se han restringido al tráfico algunas zonas de las ciudades con el fin de incentivar el resto de modelos de transporte en aras de ciudades verdes. De hecho, capitales como Madrid, Barcelona, Sevilla, Valladolid o Vitoria participan en la misión europea “Ciudades Inteligentes y Neutrales para el Clima”, que aboga porque los núcleos urbanos actúen como ecosistemas de experimentación en la transición hacia la neutralidad climática.
La transformación en nuestro entorno más cercano
En nuestro entorno más cercano, la gran transformación en la movilidad urbana anunciada la pasada legislatura por el Ayuntamiento de Murcia se mantiene en el aire. El proyecto, sometido ahora a un observatorio municipal integrado por expertos en ingeniería y arquitectura –y que no ha contado con consenso vecinal-, prevé la creación de nodos intermodales en el entorno del jardín de Floridablanca y en la plaza Circular, que se complementarán con la implantación de carriles bus y bicis segregados. Sin embargo, no solamente las grandes ciudades deben emprender este proceso urbanístico acorde a las circunstancias actuales. El pleno del Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz aprobó el pasado mes de abril un Plan de Movilidad Urbana (PMUS) que aborda la creación de nuevos aparcamientos, conexiones de transporte público con pedanías y el desarrollo de senderos peatonales a través del anillo verde.
En Yecla, el plan de movilidad, mejora del transporte y reducción de emisiones, financiado con los fondos europeos Next Generation, contempla una serie de actuaciones para disfrutar de un municipio más cómodo, entre las que se encuentran la ampliación de aceras y zonas peatonales –ya visibles en las remodelaciones de las calles España y San Antonio- además de la ampliación y adecuación de los carriles bici del municipio y la digitalización del transporte público con paneles informativos en las paradas de autobús. Tampoco podemos olvidar la puesta en marcha, en septiembre de 2021, de la Vía Verde del Chicharra, un itinerario de casi 9 kilómetros de distancia que discurre por un viario urbano desde la antigua estación de ferrocarril hasta la localidad alicantina de Villena, recuperando su uso senderista y cicloturista.
Estas actuaciones estratégicas se enmarcan en el plan “Yecla Sostenible 2021-2024”, que tiene como objetivo fomentar el movimiento urbano de un modo que mejore la calidad del aire y alcance la accesibilidad universal, a la vez que pretende fomentar el uso de la bicicleta y la comodidad en los desplazamientos peatonales. Además, el pasado mes de enero el municipio se adhirió a la solución Park4dis, cuya finalidad es facilitar el aparcamiento a las personas con movilidad reducida mediante un sistema que reconoce la localización exacta de las plazas disponibles y permite saber, en tiempo real, si dichas plazas monitorizadas están ocupadas o libres.
Aun así, queda mucho por hacer. Las redes de transporte público y las vías para vehículos automotores no son suficientes para enfrentarse a una serie de problemas que todavía persisten, como los embotellamientos, la dependencia de combustibles fósiles y la expansión dispersa de la actividad humana. La movilidad urbana sostenible es un derecho y un elemento de cohesión social y de crecimiento económico, que debe vertebrarse de un modo orgánico, inteligente y beneficioso para la población. Y es que, para bien o para mal, todos vivimos en núcleos habitados sobre los cuales debemos repensar para garantizar una convivencia amable y duradera.